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lunes, 16 de diciembre de 2013

Nuestros mayores

Cuentan los hermanos Grimm que había una vez un viejo que apenas veía, tenía torpe el oído y le temblaban mucho las rodillas. Cuando se incorporaba a comer a la mesa, derramaba la copa en el mantel, sostenía con dificultad la cuchara y a veces hablaba.

Su hijo y la mujer de éste estaban muy disgustados con él, y decidieron llevarlo a comer a un rincón de un cuarto. Allí le dejaban su escasa comida en un viejo plato de barro. El anciano miraba con tristeza la mesa y lloraba. Un día se le cayó de las temblorosas manos el plato y se le rompió. Recibió improperios que no voy a reflejar y, suspirando, bajó la cabeza. A partir de ese momento, le dieron de comer en una tarterilla de madera.

Pasadas unas fechas, el hijo y la nuera vieron a su niño, que apenas contaba con unos pocos años, reuniendo pedazos de madera. Cuando le preguntaron qué hacía, contestó: "Una tartera para dar de comer a papá y a mamá cuando sean viejos". Se miraron en silencio, se echaron a llorar y pusieron al abuelo en la mesa, presidiéndola. A partir de ese momento, siempre comió con ellos y recibió toda su amabilidad y todo su afecto.

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