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domingo, 25 de septiembre de 2011

Antes de que la muerte llame a vuestra puerta, intentad saber quién sois

Cuando el Buda se fue a hablar con su padre se hallaban de pie uno frente al otro, sin distancia que los separase, pero existía una distancia infinita. El Buda decía una cosa y su padre decía otra. El padre no le hablaba al Buda, sino a su hijo, que ya no estaba presente. Le hablaba al pasado, que había desaparecido.

El hijo había abandonado el palacio y había muerto, de una resurrección. Pero no podía verlo, estaba demasiado obnubilado con el pasado, con su propia rabia, obnubilado porque este chico le había engañado en su vejez.
El Buda era hijo único y, había nacido en la vejez de su padre. Por ello el padre sentía hacía él mucho apego.

El Buda sería su heredero, recibiría todo el reino paterno. Y su padre envejecía y estaba preocupado. Su hijo se había convertido en un mendigo... y estaba enfadado, claro, natural. el hijo se presenta, pero no sólo se presenta, sino que intenta convencer al padre de que debería hacer lo mismo, de que debería seguirle. Ya podéis imaginaros lo enfadado y molesto que debe haberse sentido. Gritaba y decía que el Buda le había traicionado.
Y el Buda le dijo:
-¿A quién le habláis, señor? El hombre que era vuestro hijo ya no está. Miradme. ¿Quién está frente a vos? No soy el mismo hombre. Hay algo fundamental que ha cambiado. Se trata de otra persona, señor.
El padre se rió y dijo:
-¿Intentas tomarme el pelo? ¿De qué estás hablando? ¿Es que te has vuelto loco? ¿Crees que lo estoy yo? Tú eres mi hijo, el mismo hijo que se marchó. Reconozco tu rostro. Mi sangre corre por tus venas. Te conozco. Te conozco desde el primer día. ¿Cómo podría olvidarlo? ¿Cómo podría estar equivocado?
Y así siguió el malentendido. El Buda sonrió y dijo:
-Escuchadme, señor. Sí, habéis dado la vida a un hijo y puede que por su interior siga fluyendo la misma sangre, pero la conciencia es distinta. Yo hablo de conciencia, hablo de mí, de mi centro. Es totalmente distinto. Solía estar a oscuras, y ahora hay luz. Escuchadme... os ha llegado la vejez, me doy cuenta. Tembláis y no podéis manteneros bien en pie. Tarde o temprano llegará la muerte. Pero antes de que llegue la muerte, meditad. Antes de que la muerte llame a vuestra puerta, intentad saber quién sois.

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