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miércoles, 11 de enero de 2012

Lo fundamental y lo accesorio

Un hombre se perdió en el desierto. Al cabo de unos días ya punto de morir
de sed, vio que una caravana se acercaba. Como pudo, llamó la atención de
los viajeros, que presurosos se dirigieron hacia el necesitado. Éste, con un
hilo de voz apenas pudo decir:

- Aaaguaa.

- Pobre hombre, parece que quiere agua, rápido, traigan un pellejo -reclamó
uno que parecía el jefe.

- Un pellejo no, por Dios -interpeló otro-, no tiene fuerzas para beber en
un pellejo, ¿no se dan cuenta? Traíganos una botella y un vaso para que
pueda hacerlo cómodamente.

- ¿Un vaso de cristal? ¿Estás loco o qué te pasa? -protestó otro de los
presentes-. ¿No ves que lo cogerá con tanta ansia que puede romperlo y
dañarse? ¡Traigamos un cuenco de madera!

- Aaaguaa... susurró el moribundo.

- Creo que ustedes se han vuelto locos -agregó un cuarto hombre-. ¿Es que
acaso no recuerdan que tenemos un vino excelente? Siempre lo reanimará más
un buen vaso de vino que el agua. ¡Traigamos el vino!

- Beebeeer -imploró el sediento con sus últimas fuerzas.

- Seguro que el desierto los ha hecho perder el juicio. ¿Cómo vamos a darle
vino sin saber si este hombre es musulmán? ¡Estaríamos obligándolo a cometer
un gran pecado! Preguntémosle antes si es religioso -solicitó otro hombre de
aspecto bondadoso.

- Pero ¿es que de verdad piensan darle de beber aquí a pleno sol? Antes
tenemos que ponerlo a la sombra; yo tengo ciertos conocimientos de medicina
y les digo que este hombre está ardiendo de fiebre y agotado. Llevémoslo a
la caravana y pongámoslo en una cama -intervino otro de los presentes.

A los mercaderes no les dio tiempo a discutir más, aquel hombre acababa de
fallecer en sus brazos.

Historia perteneciente al libro "El Silencio del Hombre - Historias de Luz y
Sabiduría"

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