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lunes, 19 de marzo de 2012

La lección del paquete de galletas

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.

La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo.

Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario.

Imprevistamente, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.


La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió.

La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta.

“-No podrá ser tan descarado”, pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.

Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad.

Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.

“¡Gracias!”, dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
“De nada”, contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.


Entonces el tren anunció su partida…
La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón.


Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: “¡Qué insolente, que mal educado, qué será de nuestro mundo!

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado.

Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas intacto.

1 comentario:

  1. Bos días!!!
    Jajajajajjaaj...... buenísimoooooo!!!!!!!!
    Es un lujazo comenzar el día con una sonrisa más que beneficiosa!!!........jajajajaja.........
    Un relato excelente!!
    Una lección que no deberíamos de olvidar!!
    A mí, me "toca" muy profundamente... muy dentro... es como "muy para mí"...
    Soy "de naturaleza lenta", pero cuando actúo de forma impulsiva, rápida y directa....... ufff!!.... me ha ocurrido más de una vez algo parecido a lo que plantea este relato....
    Y luego, claro... se pasa fatal...
    Te sientes culpable.
    Muy culpable.
    En fin... que ése es otro tema...
    La cuestión es......... que a poco me nos detenemos y MIRAMOS, OBSERVAMOS, comprendemos muchas actitudes y situaciones...
    Juzgar no es nada bueno.
    Pero juzgar precipitadamente es aún peor!!!!!!
    Biquiños atlánticamente agarimosos!!!!!

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