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jueves, 5 de abril de 2012

La muerte y el ajedrez

Era una noche oscura y fría. Daniel bebía un café sentado en su sillón
favorito en la sala de estudio de su casa. Su familia dormía, mientras él
reflexionaba sobre muchas cosas, tantas, que perdió la noción del tiempo.
Eran las tres de la mañana, llevó su taza vacía al lavaplatos, y abrió el
refrigerador para prepararse algo de comer. Cuando cerró la puerta, vio
junto a él a una figura muy conocida, pero nada apreciada… ¡era la muerte!
La espectral imagen le arrebató el sueño en un instante, lo miró fijamente y
le dijo con voz tenue:
- ¿Sabes a qué he venido?
El asintió con la cabeza y dijo:
- Sí, lo sé, ya es mi hora.
Confundida, la muerte preguntó a su víctima: ¿No vas a llorar? ¡Todos lo
hacen! se arrodillan, suplican, juran que serán mejores, ruegan por otra
oportunidad; mientras que tú, aceptas mi llegada con resignación.

Temeroso aún y con un nudo en la garganta, Daniel respondió:
- ¿De qué serviría? Nunca me darás otra oportunidad, tú solo haces tu
trabajo.
- Tienes razón, yo solo hago mi trabajo.
- ¿Puedo despedirme de mi familia? preguntó Daniel con la ligera esperanza
de recibir un sí.
- Tú has dicho que solo hago mi trabajo, yo no decido la hora ni el lugar,
mucho menos los detalles.
- Lo siento… dijo Daniel.
- No tienes que disculparte, poca gente piensa en su familia mientras está
en vida pero al llegar este momento, todos piden lo mismo.
- No lo entiendes, dijo Daniel con tono de reproche, yo perdí a mi padre
cuando tenía 15 años, y mi sufrimiento fue grande… pero mi hija menor tiene
tan solo 4, déjame decirle que la amo.
- Tuviste 4 años para decírselo, tuviste muchos días libres, muchos
cumpleaños, fiestas, y otros momentos en que pudiste decirle a tu hija que
la amas… pero ¿Por qué sólo pensaste en tu hija?
- Mi hijo mayor no me creería, y mi esposa, bueno… a ella no creo que le
interese si la amo o no. Nos hemos distanciado mucho. Pero mi niña, no hay
día que entre por la puerta y no esté ahí para recibirme con un beso.
- Deja de hablar, se hace tarde - lo interrumpió la Muerte. Pero… está bien
¿sabes? este momento hace que mucha gente haga conciencia de cómo vivió su
vida. Lástima que lo hagan demasiado tarde.
Ambos salieron de la casa, un extraño tren aguardaba en la calle y lo
abordaron.
- No todo es aburrido en el estado de muerte, no puedo decirte lo que
pasará al llegar, pero te propongo que juguemos una partida de Ajedrez “para
matar el tiempo”.
Con sonrisa, y una lágrima Daniel le dijo:
- ¡Qué curioso! creí que no tenías sentido del humor…
El juego se inició. Daniel no se calmaba aunque comenzó ganando, consiguió
un alfil y un caballo. Pero era obvio que eso no lo alegraba.
La Muerte le preguntó:
- ¿A qué te dedicabas en vida?
- Soy… es decir, era un simple empleado en una fábrica de calzado.
- ¿Obrero?
- No, trabajaba en la administración.
- ¡Ah! Supongo que te encargabas de ver si faltaba algún producto, o dinero.
- Sí, en parte así era.
- Hay algo que no entiendo …
- ¿Qué es lo que no entiendes?
- ¿Por qué ustedes teniendo tantas cosas buenas por hacer, se encierran en
el trabajo, se olvidan de los sentimientos, no les importan los demás, se
vuelven egoístas y violentos, pero cuando los visito yo, demuestran ternura,
humildad, tristeza, miedo, e incluso lloran? ¿Por qué esperan a que llegue
yo, si ya nada pueden hacer?
- No lo sé respondió Daniel.
- En cambio, yo soy un simple “peón”, haciendo lo que debo hacer y nada más.
Mientras ustedes son dueños de su propia vida, capaces de decidir qué harán
con ella ¿y para qué? si su decisión más común es desperdiciarla viviendo
sin manifestar cariño y amor.
- Te creí más cruel, comentó Daniel
- ¡Nada es lo que parece!
El silencio reinó por unos instantes mientras Daniel ponía en jaque a la
muerte.
- Dime… ¿qué pensabas cuando te casaste?
- Pensaba en ser feliz, en formar una linda familia, en formar parte de la
alta sociedad.
- ¿Y lo lograste?
- Es broma ¿verdad? Me encontraste solo en la cocina, durante la madrugada,
y te pedí despedirme de mi hija. Es obvio que no lo hice. Si hubiese
mostrado más amor a mi familia, la solicitud de despedirme no hubiera sido
necesaria.
Ya las lágrimas se habían secado del rostro de Daniel y de pronto exclamó
suavemente: “¡Jaque Mate!”
La muerte sonrió y dijo: “¡Felicidades!”
Daniel suspiró y respondió:
- Es una pena que no sirva de nada. No me importaba ganar, de todos modos ya
estoy aquí. Un simple juego de ajedrez no aleja mi mente de mi familia, mis
hijos, mi esposa.
Las lágrimas brotaron de nuevo en el rostro de Daniel y se lo cubrió con
ambas manos.
Mientras él sollozaba, la Muerte exclamó: “¡Llegamos!”
Daniel intentó calmarse, pero al abrir los ojos estaba de nuevo en su viejo
sillón. Eran las 6:45 de la mañana, y en lugar de gritar ¡estoy vivo! Como
lo haría cualquier otro, salió al patio y dijo con voz tenue: “Gracias Dios
mío”
Luego, entró a la habitación de su hija y la besó, a la de su esposa e hizo
lo mismo. Entró al cuarto donde dormía su hijo mayor, le hizo cosquillas en
los pies, y le dijo:
- Hijo despierta ¡es Domingo!
- ¿Papá, me despiertas para decirme que es Domingo?
- No hijito, no dormí, los desperté para decirles que los amo.
- Ya viejo, ven, échate un rato a mi lado.
Y después de muchos años, ambos se durmieron abrazados.

No juguemos esa partida de ajedrez, abracémonos ahora.

Historia perteneciente al libro "El Silencio del Hombre - Historias de Luz y
Sabiduría"

1 comentario:

  1. Bos días!!!!!!!!!!!
    Vaya!!!!!!!!!
    Un relato........ bello... bellísimo... cargado de múltiples matices...
    Y totalmente REAL...
    Sólo cuando nos aproximamos, o creemos aproximarnos a la muerte, cambiamos nuestra percepción del mundo, de lo que nos rodea y de los que nos rodean...
    Yo creo incluso, que son instantes de lucidez y plenitud vital desbordante!!
    Son instantes de SINCERIDAD TOTAL... DESNUDA...
    Creo que nunca olvidaré... mi padre, días antes de morir, cada vez que veía a mi madre, no paraba de besarla y pedirle perdón... a pesar de su deterioro mental...
    Y yo, a pesar de todo lo ocurrido y pasado...
    A pesar de todo el "trabajo de perdón" que realicé con él... sólo en esos momentos, en esos instantes, logré perdonarlo DE VERDAD... con sentimiento... desde lo más profundo de mi ser...
    Sólo así, le pude "dar forma" al perdón...
    Es muy beneficioso, que de vez en cuando echemos la vista atrás... sólo echar la vista, no "vivir en el pasado"... y recapitulemos...
    Y pongamos orden...
    Y pongamos amor...
    Y pongamos sinceridad...
    Y pongamos todas nuestras "cuentas pendientes"... en nuestras vidas...
    Porque la vida es un instante... este instante preciso!!... y nada más.........
    Biquiños atlánticamente agarimosos!!

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