(Pequeño homenaje que Unicef dedicó a los maestros anónimos).
Sólo puede considerarse magia que un ser humano
Con poca o ninguna preparación;
Con escaso apoyo u orientación pedagógica y didáctica;
Que vive en una cabaña de paja, mal ventilada y poco iluminada;
Sin tiendas cerca, y con el agua a muchos kilómetros de distancia;
A cinco o diez kilómetros de la escuela, que recorre a pie;
Dos veces al día (mañana y tarde);
Que gana un salario que sólo da para comprar alimentos para una semana, a menudo pagado con retraso;
Y que no llega siquiera para comprar vestidos o muebles;
Consiga hacer que un niño
Que ha caminado de 5 a 10 kilómetros para llegar a la escuela;
Después de haber pasado la noche sobre una estera raída;
Dentro de una cabaña llena de grietas por donde entra el frío;
Sin haber comido mucho;
Y después de haber tenido que hacer varias faenas del hogar;
Aprenda a leer, escribir y contar...
A la sombra de un árbol
Sentado en el suelo
En un grupo de 70 niños
Sin tizas ni materiales didácticos
Sin libros ni cuadernos
Sin bolígrafos ni lápices.
Estos son los héroes anónimos. No son héroes de guerra. Sus únicas armas son un tremendo amor por los niños y una voluntad de contribuir para que el mundo sea mejor. SON LOS HÉROES DE LA PAZ.
(Fragmento extraído de: “Historia de Ada” – Los derechos pisoteados de los niños)
(Pilar Rahola)
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