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sábado, 2 de julio de 2011

El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja
acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica
se dañó y le hizo perder más de una hora de trabajo y luego su antiguo camión se
negó a arrancar. Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez
que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la
puerta se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas
de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta ocurrió una
sorprendente transformación.

Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos
y le dio un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta mi automóvil.

Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo
que lo había visto hacer un rato antes.

“ !Oh! ese es mi árbol de problemas, contestó. Sé que yo no puedo evitar
tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no
pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente
los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana
los recojo otra vez. Lo divertido es, añadió sonriendo, que cuando salgo en
la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado
la noche anterior.”

Historia perteneciente al libro "El Silencio de Dios - Historias de Luz y
Sabiduría".

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