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viernes, 8 de julio de 2011

La señora Pepita

La señora Pepita, bien equilibrada y orgullosa, de 92 años de edad,
completamente lista cada mañana a las 8 en punto, con su cabello peinado al
estilo de peluquería y un maquillaje perfectamente aplicado, aún siendo casi
ciega, se mudó hoy para un asilo de ancianos. El que había sido su marido
durante 70 años, había muerto recientemente, obligando a que esta mudanza
fuera necesaria.

Después de muchas horas de esperar pacientemente en la recepción del asilo
de ancianos, ella sonrió muy dulcemente cuando le avisaron que su habitación
estaba lista. Mientras maniobraba su andador hacia el ascensor y yo le iba
dando una descripción detallada de su pequeño cuarto, incluyendo las sábanas
y cortinas que habían sido colgadas en su ventana, dijo: "me encantan", con
el entusiasmo de un chiquillo de 8 años al que acaban de mostrar un nuevo
cachorro.

- Sra. Pepita, usted aún no ha visto el cuarto... espere.
- Eso no tiene nada que ver, contestó. La felicidad es algo que uno decide
con anticipación. El hecho de que me guste mi cuarto o no me guste, no
depende de cómo esté arreglado el lugar, depende en como yo arregle mi
mente. Ya había decidido de antemano que me encajaría.

Es una decisión que tomo cada mañana al levantarme. Estas son mis
posibilidades: Puedo pasarme el día en cama, enumerando las dificultades que
tengo con las partes de cuerpo que ya no funcionan, o puedo levantarme de la
cama y agradecer por las que sí funciona. Cada día es un regalo y, durante
el tiempo que mis ojos se abran, me enfocaré en el nuevo día y en las
memorias felices que he guardado en mi mente... sólo en este momento de mi
vida. La vejez es como una cuenta bancaria... uno extrae de lo que ha
depositado en ella.

Entonces, mi consejo para ti sería que deposites gran cantidad de felicidad
en la cuenta bancaria de tus recuerdos. Gracias por lo que has hecho para
llenar mi banco de memorias. Sigo depositando, ¿y tú?

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