En el Japón antiguo se usaban faroles de bambú y papel con una vela en el interior. Cierta noche, a un hombre ciego que visitaba a un amigo le ofrecieron un farol para que pudiese volver a su casa.
- No necesito un farol -dijo el ciego-. La oscuridad y la luz son lo mismo para mí.
- Soy consciente de que no necesitas un farol para encontrar el camino -replicó su amigo-, pero si no llevas uno, alguien podría tropezar contigo. Lo quieras o no, debes llevar uno.
El ciego partió con el farol y, unos pasos más tarde, alguien tropezó con él.
- ¡Mira por dónde vas! -exclamó el desconocido-.
- ¿Acaso no ves que llevo un farol?
- La vela se ha apagado, hermano -replicó el desconocido.
Nyogen Senzaki y Paul Reps.
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