Al caminar adelante, el monje más viejo llegó a un río.
En la orilla había una hermosa joven.
Ella tenía miedo de cruzar sola.
El viejo monje desvió pronto la mirada y cruzó el río.
Cuando estuvo del otro lado, volvió la cabeza y, para su espanto, vio al monje joven llevando a la chica por el río sobre sus hombros.
Los dos monjes siguieron su camino uno al lado del otro.
Cuando estaban afuera de las puertas del monasterio, el monje más viejo le dijo al más joven:
- “Eso no estuvo bien: fue contra las reglas; los monjes no podemos tocar a las mujeres”.
El monje más joven respondió:
- “Yo la dejé en la orilla del río. Tú aún la llevas contigo”.
Bo día pola mañanciña, Roberto!!
ResponderEliminarGraciñas ante todo por compartir este sabio relato zen!!!!
Cuanta razón!!!!
Quién no ha llevado pesadas cargas??
Mochilas repletas de "presentes pasados"????
De momentos que era mejor deslizar por la pendiente del olvido...
Es difícil...
Muy difícil!!!
Sobre todo, porque a veces, dices.... "vale... me quito la mochila"... y convencida sueltas las asas de la espalda... pero......
Pero.......
Pero sigues férreamente agarrando una de dichas asas... y arrastras la mochila...
No hay que torturarse por éso...
Respirar...
Sentir...
Familiarizarse con las mochilas...
Volver a la sensación de pesada carga...
Ya conocía este relato... pero precisamente ahora... actualmente, me ha hecho contactar con todas esas mochilas que arrastro......
Graciñas por mostrarme mi presente!!
Biquiños atlánticamente agarimosos!!